Por: Shanti Vázquez
Algo que a todas nos emociona saber, es cuando alguna amiga ha decidido comprometerse. Cenando hace un par de semanas con varios amigos, hablábamos acerca de las pedidas de mano, acá les traigo una historia que me encantaría compartir con ustedes amig@s de NOVIAS Y NOVIOS:

 

Liz y Albert se conocieron por casualidad hace 5 años. Más que amigos, eran cómplices, hasta que un día se dieron cuenta que ese “vínculo” tenía realmente otro nombre: Amor. La relación iba increíble, pero Albert debía volver a su ciudad de origen por trabajo: Nueva York. Finalmente, el día de la partida llegó, entre lágrimas y abrazos interminables, ambos prometieron poner todo de su parte para hacer que la relación funcionara.

Y así empezaron los viajes al D.F. o Nueva York; sin embargo, después un par de meses, las visitas empezaban a volverse insuficientes, las llamadas eran demasiado cortas, y las ansias de estar juntos, cada vez eran más grandes. Liz me cuenta que en su último viaje, sintió a Albert súper raro. “Juré que estábamos a dos del truene”, dice seriamente mientras lo toma de la mano, y él la mira con ternura mientras sonríe y continúa narrando.

 

Efectivamente, en ese último viaje, Albert se dio cuenta que no podía continuar así, era imposible estar repitiendo este ritual de la despedida en el aeropuerto continuamente. Era un poco incierto lo que quería hacer el resto de su vida, pero de algo estaba seguro, debía ser con Liz. Así que empezó la más grande aventura de su vida, yendo a la Quinta Avenida a buscar un anillo y un traje especial para la ocasión.

“Me llamó para pedirme que fuera por él al aeropuerto, que tenía una cita con un cliente y lo escuché normal, jamás sospeché nada”, me dice Liz emocionada al recordar. Y entonces sucedió: Ella esperaba en el aeropuerto, mientras de la nada aparecían extraños uno a uno regalándole rosas. El desconcierto empezó y lo mejor aún no venía. De repente, entre el tumulto de gente, apareció Albert: llevaba un traje negro, la corbata favorita de su novia, y la última rosa en mano. “Tardé años en darme cuenta que eras más que mi amiga, no puedo dejar que pase más tiempo para decirte que eres el amor de mi vida, y no quiero volver a separarme de ti, ¿te casarías conmigo?”, exclamó mientras hincado, sacaba con la mano temblorosa la cajita azul de su saco. Liz lloraba de emoción cuando al fondo se escuchó la voz de alguien diciendo “Si tú le dices que no, ¡yo me caso con él!” Y pues bueno, el resto ya lo saben…

 

Los amigos de años pueden volverse amores, y los amores a distancia pueden tener finales felices. Liz y Albert se casaron a los 3 meses, y de eso hace ya un año. Conocer historias como ésta, además de sacarme una sonrisa, me hace creer fielmente que el amor tiene mil y un formas de manifestarse J

 

Y ustedes ¿Saben de alguna pedida de mano original que nos quieran platicar? O ¿cómo les gustaría que les hicieran tan esperada pregunta?